Mi historia de miedo.
Hace mucho tiempo, era la noche de Halloween y unos amigos y yo, queríamos
hacer algo guay para celebrarlo, así que decidimos hacer una sesión de ouija en
el parque.
Llegamos al parque a medianoche, nos fuimos a
un rincón oscuro, colocamos el tablero y empezamos la sesión. Al principio, no
pasó nada, hasta que de pronto el vaso empezó a moverse de un lado a otro y de
pronto escribió un nombre: Amanda.
Nosotros estábamos un poco asustados, pero
decidimos seguir a ver si averiguábamos quien era la tal Amanda. Entonces, uno
de mis amigos que no se creía nada dijo: Si de verdad estas ahí, danos una
señal.
Al principio no pasó nada y los tres nos
quedamos callados, escuchando y mirando a nuestro alrededor. De pronto de entre
unos matorrales, salió un gato negro con los ojos brillantes y se nos quedó
mirando. Mis amigos y yo empezamos a tirarle piedras y a intentar asustarlo,
pero el gato no se movió.
Estuvo enfrente de nosotros y mirándonos por lo
menos media hora y luego se fue. Nosotros nos quedamos donde estábamos muy
asustados y si entender nada y luego decidimos volver a casa. De esto hace ya
seis años, pero todavía lo recuerdo como si fuera ayer y desde aquella noche, me
dan miedo los gatos negros y no he vuelto a tocar un tablero de ouija.
Laura
García Castillo.